Cuaderno de bitácora: día XXX

El fin de la filibustería. Los últimos corsarios




Fifteen men on the dead man´s chest/ Yo-ho-ho, and a botle or rum!/ Drink and the devil had done for the rest/ Yo-ho-ho, and a botle of rum!
Stevenson




El fin de la filibustería. Los últimos corsarios
Como hemos visto la Paz de Utrech, en 1713, marca la total extinción de los filibusteros del Caribe. Inglaterra, España, Francia y Holanda se obligan a respetar la libertad de comercio entre ellos. Los "Hermanos de la Costa" se convierten en contrabandistas, negreros... o en simples piratas. Su marco de acción se traslada paulatinamente al norte, tomando como base de operaciones las colonias inglesas de América del Norte.
A pesar de todo, la palabra "Filibustero" no desaparece de los mares del Caribe en el siglo XIX. Los documentos oficiales españoles empiezan a designar con este nombre a los rebeldes americanos que se alzan contra la metrópoli, o a los contrabandistas que les proporcionan armas.
Irónicamente, la emancipación de las colonias españolas provocará la vuelta de los corsarios al Caribe. Marinos norteamericanos, franceses e ingleses consiguen patentes de corso de las recién formadas repúblicas, con las que atacan el tráfico comercial aún existente entre Cuba y la metrópoli. La isla de St. Thomas (ahora posesión norteamericana) llega a convertirse en una segunda Tortuga.
Este renacimiento, no obstante, dura escasamente quince años: en 1825 la presencia pirática en el Caribe vuelve a ser prácticamente nula.
La piratería atlántica, que empezó frente a las costas de las Canarias, muere en ese mismo marco de acción: de 1816 hasta 1827 las islas son el objetivo de un puñado de corsarios hispanoamericanos, que pretenden dañar el comercio de la metrópoli y conseguir, si es posible, la rebelión de las islas.

Cuaderno de bitácora: día XXIX
La leyenda de Barbanegra

Barbanegra subió a zancadas por la ladera arenosa que llevaba a las hogueras, y se detuvo un momento al llegar a la cima: una silueta grande y serrada contra el cielo púrpura. Su tricornio parecía demasiado ahusado y largo por las esquinas y, con los puntos de luz roja que brillaban en torno a su cabeza, a Shandy le pareció que una especie de demonio de tres cuernos acababa de llegar del Infierno
Tim Powers. "En costas extrañas"

Los orígenes de Edward Teach, más conocido como "Barbanegra" son oscuros. Al parecer, era oriundo de Jamaica, donde habría nacido a finales del siglo XVII. Su familia pertenecía a una clase media-baja, y un hermano suyo servía a la Corona inglesa como oficial de artillería.

La primera referencia fideligna sobre Teach data de 1713, al finalizar la Guerra de Sucesión española. El futuro Barbanegra, que ha sido corsario durante la guerra al servicio de Inglaterra, se convierte en pirata, poniéndose a las órdenes del filibustero Hornigold, que no tarda en darle un barco propio, el "Venganza de la Reina Ana".

En 1716 Hornigold se acoge a una amnistía promulgada por Jorge I, con la cual se concede el perdón a todos los piratas que quieran someterse a la autoridad legal. Teach, ya "Barbanegra", empieza a forjar la leyenda que lo convertirá en el "Terror de los mares".

Transcribiendo la tradición popular, Robert de la Croix lo describe del siguiente modo:

"Es un hombre inmenso, ancho de hombros y de una extraordinaria fuerza. Sus ojos son brillantes. Su rostro, colorado, está encuadrado por una barba negra que cae sobre su pecho y sube hasta sus ojos. Es tan espesa que la lleva dividida en pequeñas trenzas, atadas con cintas de colores. Va vestido de rojo. Empuña un enorme sable y una fila de pistolas atraviesa su pecho. Su sombrero está adornado de hachones encendidos. Cuando lucha vocifera, ruge, grita, ríe, lanza injurias. Asusta tanto a sus adversarios que presa de miedo se entregan"

Rafael Abella, en cambio, nos presenta una visión muy diferente de Barbanegra. Para él, se trataba de un personaje de escaso valor que no hacía acto de presencia en los combates, a quien repugnaba contemplar los tormentos que había ordenado, prefiriendo pasar el tiempo jugueteando con sus tesoros.

Sea como fuere, lo cierto es que se trata de un hábil marino y un hombre astuto. Hace circular la leyenda de que ha firmado un pacto con el Diablo, vendiendo su alma para convertirse en un demonio del mar. Cuentan que el mismo Satanás circula de noche por su barco, desapareciendo con el primer rayo de sol...

Su marco de acción abarca ahora las Bahamas, con ataques esporádicos tanto a las costas de Honduras como a las de Virginia o Carolina, cebándose, especialmente, en los barcos del puerto de Charleston. Su base se encuentra en Carolina del Norte, donde ha llegado a un acuerdo con el gobernador, Charles Eden, gracias a lo cual puede reabastecerse, carenar sus naves y vender el botín.

En agosto de 1717 Barbanegra se alía con el "Mayor" Stede Bonnet, un pirata novato. Sobre este asociado de Barbanegra hay una gran controversia: al parecer era un rico plantador de Barbados, que antaño había servido en el ejército como oficial de infantería. Un día compró un barco, (el Venganza), reclutó una tripulación y se lanzó al mar ¿Por qué?

Según un historiador del siglo XIX llamado Johnson, tomó dicha decisión... ¡huyendo de su mujer! (Un ilustrador de una edición popular, consagrada a los piratas, lo representa huyendo de su casa bajo una auténtica abalancha de vajilla rota que le lanza su esposa). Sin embargo, para Rafael Abella, Bonnet era un desequilibrado mental que disfrutaba lanzando prisioneros por la borda y contemplando cómo eran devorados por los tiburones. Otra autoridad sobre los piratas, Robert de la Croix, afirma que Bonnet era un Quijote, un romántico, un hombre embriagado con las narraciones de los piratas que soñaba con emularlos.

Sea como fuere, Bonnet es un hombre de carácter débil, al cual Barbanegra maneja a su antojo, y al que termina robando su parte de botín (y de paso los víveres y las municiones) para refugiarse en carolina del Norte, donde el gobernador Eden le concede la amnistía de Jorge I. Respecto al botín que trae consigo... tiene la desfachatez de jurar haberlo encontrado en un barco que navegaba a la deriva. Una comisión termina decretando que dicho barco pertenecía a España, nación en ese momento nuevamente en guerra con Inglaterra. De este modo Barbanegra consigue hacerse legalmente con el producto de sus saqueos, tras pagar, por supuesto, una parte a Eden en concepto de "contribución al Tesoro Real". Teach se convierte en un "honesto" capitán mercante. Compra una propiedad y se casa (lo cual, por otra parte, tampoco es una novedad, ya lo había hecho con anterioridad: 14 veces, según Abella; 12, según De La Croix)

Barbanegra se embarca de nuevo. Teóricamente, se dedica a traficar en los archipiélagos del Golfo de México. En realidad sigue dedicándose a la piratería, pero con mayor discreción: ahora se preocupa en no dejar supervivientes y hunde los barcos una vez saqueados.

A mediados de 1718 decide cambiar el marco de sus actividades. Fleta una balandra y remonta el río James, en el estado de Virginia, saqueando y extorsionando a los plantadores de algodón. Por desgracia para él el gobernador de Virginia, Spotswood, no es Eden, y ordena que dos fragatas, la "Pearl" y la "Lyme" lo esperen en la desembocadura del río James. Barbanegra, al parecer, se ha metido en una trampa... Sin embargo Barbanegra ha sido prevenido de la acción por su siempre fiel Eden, y se refugia en la cercana bahía de Ocracoke, en la que, por su poca profundidad, embarrancarían irremediablemente las naves que intentaran seguirlo. Pese a todo ello, la mala suerte persigue al pirata: El teniente de navío Maynard apareja el 17 de Noviembre una balandra muy similar a la suya, con intención de remontar el James en su busca, encontrándose casi por casualidad con Barbanegra el 20 de Noviembre.

Barbanegra murió como había vivido; envuelto en un aura de leyenda. Al parecer, se enfrentó en mitad del abordaje con el teniente Maynard, que finalmente logró abatirle. Se le contaron al cadáver veinticinco heridas de sable y cuatro de pistola. Cuando cayó, los nueve piratas que aún seguían en pie se rindieron en el acto.

Cuando Maynard entró en el puerto de Bathtown, llevaba colgando del bauprés, a modo de mascarón, la cabeza cortada del pirata. Todas las cintas de su barba eran rojas.

Cuaderno de bitácora: día XVIII
La legislación española respecto a la piratería y la situación legal de los piratas españoles

El castigo legal de la piratería y el contrabando

Normalmente, al pirata capturado se le ahorca, siguiendo la tradicional ley del mar. Si tiene suerte, no obstante, puede ser condenado a cadena perpetua, en la flota de galeras de Cartagena de Indias.

Se considera contrabandista a cualquier comerciante que no posea la correspondiente licencia de la Casa de Contratación. Suele ser castigado con la confiscación de la carga, más pago de una multa, aunque en circunstancias especiales puede ser condenado a sanciones más graves, incluso a pena de muerte.

Poco importa que el reo sea súbdito de la corona española o extranjero, el castigo, incluso si se trata de la pena capital, se ejecuta en las Indias y lo antes posible. [Según Real Cédula de 22 de Abril de 1796: "... que los estrangeros por contravandistas u otros delitos sean castigados aquí o con pena capital u otra moderada que merezcan y nunca se remitan a España para escusar los recuerdos que hacen a sus embaxadores, y necesidad de dejar impunidos estos delinquentes..." (Concepción García-Gallo, "Notas a la Recopilación de leyes de Indias")]

El súbdito español que es sorprendido comerciando con contrabandistas puede ser condenado a muerte, siendoles confiscados todos sus bienes, según las reales cédulas del 14/1/1724 y 30/4/1730. esta ley se suavizaría con la Real Orden de 17/7/1799 a seis años de prisión y trabajos forzados.

El caso se complica si el pirata o contrabandista capturado es un hereje (inglés u holandés). En ese caso, puede ser acusado de hacer proselitismo de su fe, y condenado a la hoguera por el Tribunal de la Inquisición. Dicho tribunal se encarga igualmente de aquellos que comercian con contrabandistas herejes, ya que se considera que sus actividades contribuyen al desarrollo de la herejía, y por consiguiente al debilitamiento de la Verdadera Fe.

Los Corsarios Españoles

En 1670 la Corona Española se ve obligada a reconocer la posesión de los territorios ocupados por Inglaterra en América, y (lo que es más grave) el derecho inglés de navegar hasta ellos. Como contrapartida, se crea un nuevo servicio de buques guardacostas, encargado de reprimir el contrabando extranjero.

La mayor parte de estos guardacostas son particulares, que cobran a razón de las presas conseguidas. Se reclutan marineros principalmente en el Caribe, sobretodo en el puerto de la Habana. Esta acción se complementa, en 1674, con la concesión de patentes de Corso a los súbditos españoles que lo soliciten.

Los guardacostas españoles (Corsarios en tiempo de guerra) detenían a cualquier nave extranjera que consiguieran abordar, considerando a sus tripulantes contrabandistas si llevaban en su carga productos coloniales (palo de tinte, cacao, índigo). Prestaron sus servicios hasta 1750, fecha en la que España se comprometió a no inspeccionar buques ingleses en alta mar, mientras que Inglaterra renunciaba, a su vez, al asiento de negros y al navío de permiso. [Inglaterra consigue el "Asiento de Negros", es decir, el monopolio de tráfico y distribución de esclavos africanos por toda América. Este tráfico sirvió de tapadera para introducir gran cantidad de productos de contrabando. Igualmente consiguió la concesión de un "Navío de permiso", un buque inglés de 500 Tn que acompañaría a cada flota española, pudiendo vender su carga en la feria correspondiente: dada la irregularidad de las flotas españolas, el "Navío de permiso" se convirtió en una concesión anual, que al ir acompañado de buques auxiliares "de suministro" se convertía, en la práctica, en una auténtica flota.]
Dos personas saben dónde está mi tesoro: El diablo y yo. El que viva más tiempo podrá quedarse con él.
(Edward Teach)